El expresidente Donald Trump ha negado rotundamente estar “ofreciendo nada” o “hablando” con Irán, después de comentar que Estados Unidos “totalmente destruyó” instalaciones nucleares iraníes recientemente. Sus declaraciones desestimaron especulaciones sobre posibles negociaciones o ayuda financiera al régimen iraní.
Trump enfatizó que no busca un “cambio de régimen” en Irán y rechazó cualquier vinculación con diálogos diplomáticos. Según el mandatario, la política actual apunta únicamente a impedir que Irán desarrolle armas nucleares, no a intervenir en su gobierno interno.
Pese a que funcionarios estadounidenses han explorado opciones como permitir hasta 30.000 M $ para usos civiles, Trump insistió en que no se está contemplando ninguna oferta al gobierno iraní. Además, reafirmó que los ataques militares “obliteraron” tres instalaciones nucleares, aunque se han señalado informes que sugieren que los daños habrían retrasado, pero no eliminado completamente, el programa nuclear.
Este posicionamiento ha generado una profunda división dentro del Partido Republicano. Algunos legisladores, como el senador Rand Paul, han expresado preocupación por un posible retorno a las diplomacias de la era Obama, mientras que Trump acusa a otros de tergiversar sus palabras y equipararlas con la política obsoleta del pasado.
En paralelo, líderes iraníes, incluido el ayatolá Khamenei, han rechazado cualquier diálogo bajo presión, calificando las demandas de absurdas y acusando a EE. UU. de intentar imponer condiciones inaceptables. El choque retórico refleja la tensión constante entre ambas naciones, en medio de una política estadounidense de “máxima presión” basada en sanciones económicas, despliegue militar y amenaza de intervención.
Aunque el mensaje público de Trump es de mano dura, sus recientes acciones diplomáticas dejan abierta la posibilidad de un enfoque más matizado tras bambalinas, al menos para estabilizar la situación tras los bombardeos y garantizar la seguridad regional.
En resumen, Trump niega brindar concesiones a Irán y refuerza su postura de presión militar y sanciones, mientras descarta un cambio de régimen pero tampoco avanza hacia una negociación formal. Esta estrategia mantiene la fricción en un escenario inestable y de alto riesgo en Medio Oriente.