Al hablar de educación de calidad, a menudo se pone el foco en los contenidos curriculares, la preparación docente, las estrategias pedagógicas o el uso de nuevas tecnologías. Sin embargo, hay un factor clave que frecuentemente queda relegado: la infraestructura escolar.
Contar con instalaciones adecuadas, seguras, accesibles y estimulantes es fundamental para que los niños y niñas puedan aprender en condiciones óptimas. La calidad del entorno físico escolar no solo impacta en el rendimiento académico, sino también en el desarrollo emocional, social y cognitivo de la infancia.
Diversas investigaciones confirman que un ambiente educativo bien diseñado, con iluminación natural, ventilación adecuada, mobiliario ergonómico y espacios recreativos seguros, contribuye significativamente al bienestar y al desempeño de los estudiantes. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) destaca que las condiciones del entorno escolar inciden directamente en los resultados del aprendizaje.
Además, una infraestructura inclusiva y accesible permite que todos los estudiantes, independientemente de su condición física o socioeconómica, puedan participar plenamente en el proceso educativo. La equidad en el acceso a espacios dignos y funcionales es un componente central para reducir las brechas educativas.
En países de América Latina, muchos centros escolares aún enfrentan deficiencias estructurales que limitan el potencial educativo de los menores. Techos en mal estado, baños insalubres, aulas con hacinamiento o sin ventilación son situaciones frecuentes que afectan tanto a docentes como a estudiantes. La inversión en infraestructura educativa sigue siendo una deuda pendiente en varios sistemas nacionales.
Más allá del impacto en el aprendizaje, las condiciones físicas del entorno escolar también influyen en la motivación y la permanencia en la escuela. Un espacio agradable y cuidado fomenta el sentido de pertenencia y estimula la creatividad, el juego y la exploración, elementos esenciales en la formación integral de niños y niñas.
Es imprescindible que las políticas públicas prioricen el diseño, construcción y mantenimiento de escuelas como espacios seguros, inclusivos y adecuados para el aprendizaje. Apostar por infraestructura de calidad no es un gasto: es una inversión estratégica en el futuro de las sociedades.